Estaba decidido a
dejar el viejo peso atrás, pero esa canción que inevitablemente resonaba, no me
iba a dejar partir.
Puta la maldita
hora en que decidí recorrer esa vieja carpeta con la música que otrora me había
marcado de una manera indescriptible. El piano y los vientos saben que mis
huesos están carcomidos de recuerdos y añoranzas que tan solo un pequeño acorde
los derrumbaría.
¡Concha de tu
madre! No puedo dejar de añorar en mi ilusa infancia los primeros corazones
rotos y las andanzas aventureras junto a mi partner, el Francisco. Cada vez que
lo reflexiono me doy cuenta que más tiempo ha pasado, y ya no es nada tan
cercano como imaginé, si no los años los consumieron y se transmutaron en
décadas.
Vieja ilusión,
vieja bebida que me hace lloriquear ante una demoledora realidad que me dice
que jamás volveré a esos momentos, donde el mundo incluso se hallaba ad portas
de mis primeros pasos en la libertad adolescente.
Como un video de
animación, cada secuencia se va una tras otra, y siguen quedando grabadas en la
memoria como para recordarme cada año, que más lejos quedan y en algún momento
simplemente se harán de olvidar.
Vivir ajeno a
urgencias realmente urgentes, caminar por largos senderos guitarra al hombro y
una entrada a algún evento otaku diversificaban los instantes fugaces que
compartí con tantas personas. Conocí miles, llamé amigos y hablé seguido con
muchos, y así, como con una ventolera gigantezca, cada uno fue alejándose junto
a una densa capa de humo, hasta volver a ser caras desconocidas, de esas que te
cruzas por las silentes calles ariqueñas, y dudas si siquiera saludar o pasar.
Finalmente es lo último.
Hay un simbolismo
implícito o quizá no tanto, en todo ese contexto que me tocó vivir, la efímera
estabilidad social y emocional de tercero o cuarto medio. Todo era más fácil,
pero puta, en esos tiempos todo se veía lo más difícil posible.
Tenía un grupo
musical, tocábamos esa música japonesa y hasta nos creamos una estética e
identidad de marca (conceptos que entonces ignorábamos) hasta fans tuvimos, fue
una marea de sociabilidad que jamás había creído, y era muy gracioso. Por
supuesto bebía de aquel néctar de la popularidad bajo un seudónimo que ahora me
parece homosexual pero entonces no importaba. ¿Cómo iba a saber que eso no iba
a durar mucho? Cuando al fin el Francisco decidió emprender otros rumbos fue
todo una reacción explosiva que definitivamente marcó el fin de ese simbolismo
y ese ciclo. Ya no había fans, ni siquiera seudónimos, el anime y las tocatas
se esfumaron, ahora sí, éramos adultos.
Claro, el
detonante no fue la partida del partner, o tal vez sí. En esos tiempos todo
confabulaba a un cambio radical de la vida, como esa noche que acampando en la
playa con mi familia me escribiste diciendo que la relación había muerto,
claro, a mí no me importó en realidad (esa vez) y lo dejé pasar para así dar
paso a la hora más oscura de esa noche, desde ahí moriste en mi mente, y tal
vez murió un yo.
-
¿Sabías
que ya han pasado 6 años desde eso?
Es como cuarta
vez que winamp me hace el loop y sigo en la misma canción. Yo creo que mientras
exista esa canción, existirá esta analepsia.
Afortunadamente
nunca me llegué a comparar al chico que pone nombre a esta canción, aunque tal
vez, no fuimos tan diferentes.
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