miércoles, 11 de diciembre de 2013

Gloria pa los desgraciados.

(esta es de González y los asistentes)

Hoy voy a sacarme un ojo, amarrarme los dedos, pintarme las uñas, cortarme los brazos, sacarme una oreja, quemarme entero, sacarte la tuya, raparme las cejas, freirte cortao, venderme barato, dibujo calcao, sacarte la chucha, meterte la pata, enterrarte un cuchillo en el patio de al lado.

Alma rabiosa, cadena perpetua, pegarme un balazo, cortarme las venas, sacarme los dientes, rebanarme los dedos, quebrarte los huesos con una cadena, mudarme de casa, quitarte a tu hijo, romperte la cara con un crucifijo, secarme el pelo, torturarte, emborracharme para poder tocarte.

Quitarte la ropa, echarte a patadas, reírme en tu cara a mano armada, desesperanza, desesperado, penado por ley, ley de la vida, vida no quiero, mucho tormento, ya me voy, me voy con la mierda hirviendo, mami espérame estoy durmiendo, a nadie le importa me estoy pudriendo, todo da vuelta, desencuadrado, desencajado, gloria pa' los desgraciados.

sábado, 23 de noviembre de 2013

El día de la ira.

…a Giuseppe Verdi y Salvador Dalí.

La hora había llegado, tarde o temprano los cielos se oscurecerían para dar paso al cambio definitivo, ni los astros ni los oráculos alguna vez lo predijeron, pero ya era el instante preciso donde todo cambiaría y lo material dejaría de ser.

Las tormentas arreciaban en una furia inexpugnable, mil trompetas sonaron al unísono y las almas en su búsqueda de trascendencia parecían desvanecerse, la vida y el mundo empezaban a moverse en un lúgubre desfile hacia la liberación total, y no quedarían vestigios de humanidad en ninguna parte.
En el centro de lo que quedaba de planeta, desde las entrañas surgía una figura semi inerte y desvanecida irguiéndose en un espacio iluminado por los que serían los últimos rayos del sol.

El cuerpo desnudo del último humano en aparecer en medio de la nada yacía como sacrificio desafiante a los cielos y su devastadora furia, era el Cristo, que llegando como último respiro y vestigio, se liberaba de la pesada carga del tiempo y la materialidad y cerraba el ciclo mortal de este planeta.

En su elevación cósmica, no hubo más rayos del sol, y el tiempo lentamente se iba deteniendo para dejar de avanzar, bastaba dar la señal y el día de la ira acabaría con todo lo que alguna vez fue y quiso ser.


Cristo, como el redentor encargado del final de la existencia, en un instante levantó su cabeza suavemente con una mirada insegura, exclama casi como un bufido con un último aliento la pregunta ¿Por Qué? y dando una última mirada al negro cielo, sabiendo qué hacer, cerró los ojos para definitivamente iniciar la trascendencia a las estrellas, y de ese momento el infinito perpetuaría la nada.



Pub Londres

Eran cuatro chicos sin mucha experiencia ni edad, sus acordes los llenaban de ilusiones y sueños. Y mientras el frío los amenazaba afuera, en medio de la nada esperan que llegue la micro, y en sus cabezas quedará ese bonito instante en que por un día lograron tocar en Londres.

Llegó la hora.

Camilo Durán Tapia




Con el ladrido de los perros llegó la hora de los escopetazos. Nadie sabe nunca si terminó vivo o muerto, hasta que el hilo de sangre le tape los ojos.

No-Farewell


Camilo Durán Tapia

Dicen que los marinos dejan un amor en cada puerto. Y puedo decir, con cierto pesar que tal afirmación, tal vez difamatoria no siempre es verdadera.

En mi corazón sólo habita una mujer, ella me conoce y me apoya a cada instante, sus cadencias y movimientos pausados me relajan en su seno amatorio. En estos largos viajes surcando la vida, con variados objetivos, nunca sabrá si volveré vivo. Pero ahí está, con una sonrisa y su mirada sincera esperando recibirme.

Es verdad, al llegar a cada nueva tierra son muchas quienes se nos acercan y nos entregan su pasión de hembra a cambio de un poco de compañía y un par de historias de tesoros. Pero puedo jurarles señores que de todas las camas que he visitado, ninguna me ha enamorado y mucho menos interesado.

La culpa es de ellas que asumen en un compromiso casi infantil que uno regresará del horizonte, encallará su barco para siempre y se someterá a una ilusión mundana de amor humano, no me hagan reír.

No señores, me he acostado con miles, pero jamás he sentido una pizca de amor por alguna. Mi viejo y cicatrizado corazón de marino tiene una sola dueña, que estoy seguro que cuando llegue el día de mi muerte, entre sus brazos me va a recibir y me mecerá hasta perderme en ella.


Soy un viejo marino, conozco el mundo de punta a cabo, cada una de mis cicatrices puede contar mil historias y jamás he derramado ni una sola lágrima. No soy de cuentos ni ilusiones, pero se que mi destino está saldado, y cuando al fin llegue al fin de mis días, habrá sólo la caricia suave de mi mar amado.